Gracias a Destino, por este ejemplar.
Solo quedan los Jugadores más fuertes. Y falta únicamente encontrar una llave para ganar Endgame y salvar el mundo. En la Llamada, kepler 22b dijo a los Jugadores: «Las reglas de Endgame son sencillas. Encontrad las llaves en su debido orden y traédmelas». Para Sarah, Jago, Aisling, Maccabee, Shari, An y Hilal, Endgame ha llegado a la fase final. La Llave de la Tierra y la Llave del Cielo han sido descubiertas y tan
solo queda una por localizar: la Llave del Sol. Es todo lo que se interpone entre la posibilidad de que un Jugador salve su linaje… o morir con el resto del mundo.
El año pasado comencé la saga Endgame, escrita por James Frey y Nils Johnson Shelton, y con apenas unas cuantas páginas se convirtió en una de mis distopías favoritas. Pero, al parecer, no solo me conquistó a mí, pues su trepidante ritmo acompañado de una campaña publicitaria bestial lo hizo mundialmente conocido.
«Lo siento, Shari Chopra. Te mentí.
»No puedo proteger a tu hija de él.
»Ni cuando llegue el final.
»Así es Endgame.»
No me extenderé mucho en esta reseña, pues si habéis llegado hasta este tercer libro estaréis tan enganchados como yo, así que de esta forma evitamos los spoilers.
La historia comienza donde terminó el libro anterior. La última fase está en marcha y muchos jugadores se han quedado por el camino, solo les queda por encontrar una llave para salvar a su linaje proclamándose los ganadores del juego, pero muchos de ellos comienzan a dudar si deberían seguir matándose entre ellos o por el contrario revelarse.
Cuando cogí el libro me sorprendió lo finito que era, pues sus dos entregas anteriores cuentan con más del doble de páginas. Sin embargo, una vez finalizado comprendí que no hacían falta más. El ritmo en esta novela vuelve a ser toda una locura y sus páginas dejan la historia cerrada y perfectamente hilada, eso sí, me llevé más de una sorpresa.
Sus personajes vuelven a ser el mejor punto que tiene la novela, sus diferentes personajes unidos a su objetivo común los lleva a exprimirse al 100%. Los veremos sufrir, dudar, enamorarse… pero sobre todo actuar.
La Tierra.
El hogar.
El hogar de la vida y de la muerte y del Sueño. Porque Jenny sabe que el cielo no está en las estrellas, sino aquí, en la Tierra, y forma parte de ella.
La salvación se acerca.
Comencé la primera novela con el temor de contar con tantos narradores, pues los capítulos iban cambiando de punto de vista constantemente. En cambio, no tuve ningún problema. Ir saltando de personaje a personaje es lo equivalente a ir recorriendo todo el mundo y disfrutando de una aventura impresionante donde en cualquier momento los personajes pueden morir, lo cual no hace otra cosa que aumentar la tensión.
Si los dos tomos anteriores los devoré, este me voló de las manos. La pluma de los autores es ligera, adictiva y muy inteligente. La considero inteligente porque en todo momento saben lo que el lector necesita y no se hacen de rogar, sin más se lo dan. Admito que no me esperaba un final así, o que en mi interior pensé que llegarían al final más jugadores de los que lo hicieron, pero esto solamente le sumó realismo y me hizo comprender que cualquier cosa podría pasar en el mundo de Endgame.
A Shari le gustaría descubrir cómo es posible, pero sabe que no debe hablar. Que no debe pensar. Cierra los ojos en el Sueño y respira, respira, respira.
Nada.
Nada.
Nada.
Ahora nada los salvará.
En conclusión, Endgame: Las reglas del juego es un final redondo para una trilogía cargada de emoción que nos hará vivir unos momentos inolvidables. Una historia que entrelaza la ficción y el realismo de la mano de unos personajes que no dejan indiferentes a nadie.
Vista previa | Producto | Valoración | Precio | |
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James Frey (Cleveland, 12 de septiembre de 1969) es un escritor y bloguero estadounidense, autor de In a Thousand Pieces. Pasó su infancia entre su estado natal y Michigan; aunque vivió durante algún tiempo en Boston (Estados Unidos), Sao Paulo (Brasil), Londres (Gran Bretaña), París (Francia) y Los Ángeles (Estados Unidos), entre otros. En 1988 se graduó de la escuela secundaria para continuar sus estudios en la Universidad Denison y más tarde en el Art Institute of Chicago, donde trabajó varias veces.
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