Alice Kellen llega a 'cartas de autor' y nos deja unas palabras contándonos cómo nació 'Tal vez tú'.
La autora que llega esta semana es Alice Kellen, quien protagoniza este artículo para hablarnos de su nueva novela: Tal vez tú.
Seguro que conocéis a esta autora gracias a títulos como 33 razones para volver a verte o Llévame a cualquier lugar, esas novelas arrasaron en ventas y, ahora, vuelve a autopublicarse para regalarnos otra historia cargada de sentimientos y sensaciones capaces de ponernos la piel de gallina.
Esta novela podréis conseguirla a partir del 8 de septiembre en ebook. Se trata segundo de la serie Tú, el primero es Otra vez tú cuya protagonista es Emma, ahora le toca a Elisa contarnos su historia.
Aquí os dejamos las maravillosas palabras que la autora ha regalado a Entre Metáforas.
«Tal vez tú» es una comedia romántica ambientada en la ciudad de Nueva York y, al igual que su predecesora, está narrada en primera persona del pasado por la protagonista, Elisa. Y su historia ha sido de esas que salen rodadas porque los dedos casi se mueven solos por el teclado. Aunque siempre es difícil hablar del trabajo de uno mismo, creo que lo que los lectores encontrarán entre sus páginas es una novela ligera, amena y muy divertida; espero que les enganche desde la primera página y que les haga pasar un rato de lo más entretenido. A la hora de escribirla, además, he intentado que el lenguaje sea más fresco, más sencillo; porque es un poco el tono que requiere la historia (de hecho, al principio me costó mucho cogerle el punto y reescribí varias veces los primeros capítulos hasta que la cosa empezó a avanzar de una forma más fluida). Lo cierto es que, por suerte para mí, Elisa y Jack fueron creciendo como personajes hasta tener vida propia y casi terminar guiando la trama.
Han sido unos meses difíciles, de mucho trabajo y de sacrificar parte de las vacaciones, pero creo que ha valido la pena. Llevaba clavada esa espinita ahí mucho tiempo, queriendo escribir esta historia. En realidad, tenía tres motivos.
El primero, cumplir con lo que dije y que ambas amigas tuviesen también su final feliz. Hace casi tres años, cuando publiqué «Otra vez tú», anuncié que escribiría las historias de Elisa y Hannah, pero terminé metida en otros proyectos y la cosa se lio hasta poder encontrarle su hueco. Y ahora sí, «Tal vez tú» es una realidad y me siento muy feliz, porque es como cerrar una etapa y dar el adiós definitivo.
El segundo, volver a publicar en Amazon. Mi última novela salió a través de una editorial (y así seguirá siendo en el 2017) y, aunque es una experiencia genial e inigualable (una nunca se acostumbra a ver sus novelas en la mesa de las librerías) también me apetecía mucho experimentar de nuevo esa sensación de libertad, de menos presión, de buscar la portada perfecta, la fecha de salida deseada…
El tercero, regresar a la comedia. No sé qué me pasa últimamente, pero tiro mucho hacia el drama y sé que llevaba ya un par de años que no escribía nada más fresco y divertido (algo que me pedían algunos de esos primeros lectores). En el fondo, creo que tiene que ver con el lenguaje. Tengo la sensación de que a nivel técnico, a la hora de contar una historia más triste o pausada, uno puede dejarse llevar más, reflexionar, escribir de una forma más poética e íntima, quizá. Uno de los puntos básicos de la comedia es hacer reír y eso ya implica un tono específico en la narración. Siempre digo que, tanto como lectora o escritora, no me importa solo la historia que se cuente, sino cómo se cuente. Y en «Tal vez tú» esa guía estaba clara desde el principio, pero ha terminado siendo muy satisfactorio y liberador el hecho de escribir sin pensar tanto en la forma y más en el contenido y la finalidad. Hay escenas con las que he disfrutado como una enana y me he reído a carcajadas en plan pirada total; en concreto, me divertí muchísimo con el capítulo diecinueve.
Así que, para resumir, espero haber volcado en la historia esas mismas sensaciones que sentía mientras la escribía. Creo que, cuando escribes una comedia, nada te hace tan feliz como saber que consigues hacer reír a la persona que te lee. O sacarle una sonrisilla y lograr que se evada del día a día y se lea la novela en un santiamén.
«Quizá la princesa no encuentre a un caballero a lomos de un corcel cuando se asome a la ventana de la torre, pero tal vez sí tropiece con un seductor chico de ojos grises el día que se atreva a dejar atrás los seguros muros del castillo».
Tras un desengaño amoroso, Elisa está decidida a retomar las riendas de su vida e ir tachando propósitos de su lista de objetivos: seguir siendo la mejor en su empleo, casarse, formar una familia, mudarse a una bonita casa a las afueras… ¿El problema? Uno pequeño, como que todavía no ha conocido al futuro padre de sus hijos; pero ella no es de las que se rinden tras un fracaso y tiene muy claro qué tipo de hombre desea a su lado. Para empezar, uno que no se parezca en nada al abogado con el que debe competir en su trabajo, ese que está poniendo a prueba toda su paciencia.
Jack Helker es tan atractivo como borde y, cuando se enfrentan en un importante caso de divorcio, saltan chispas entre ellos. A pesar de su sonrisa insolente y de que es el típico hombre que debería venir con un cartel en la frente en el que pusiese «no tocar», Elisa es incapaz de ignorar el deseo que siente cada vez que él está cerca. Y, entre rocambolescas citas, Froot Loops y noches imprevistas, empezará a reconsiderar que a veces «perder el control» también tiene sus ventajas.
Escena del libro: Tal vez tú
Conseguí ascender un escalón más antes de que Jack se interpusiese en mi camino, apoyando una mano en la barandilla de metal. Estaba lo suficientemente cerca como para que pudiese sentir la calidez que desprendía su cuerpo. Y olía demasiado bien, a Hugo Boss o alguna colonia parecida. Me penalicé con tres puntos menos al bajar la mirada un segundito de nada para comprobar lo puñeteramente bien que le quedaba el traje. Cuando sonrió, tragué saliva despacio, como si tuviese algo atascado en la parte superior de la garganta. Iba a llorar por pura impotencia.
—Nena, no quiero parecer un mal anfitrión, pero entiende que, teniendo en cuenta nuestro historial, no me entusiasma la idea de tenerte husmeando por aquí.
Seguramente los zapatos ya me habrían provocado más de una herida, porque la piel me quemaba. «Gracias, Valentino». Cambié el peso del cuerpo de un pie al otro para mitigar el dolor y luego alcé la voz:
—Estás pirado, ¡esta no es tu casa! Y te guste o no, necesito ir al servicio porque estos zapatos me están matando.
—Mira, hoy es tu día de suerte, me siento benévolo. Te dejaré usar el servicio. No hace falta que me lo agradezcas.
«Ya, como si pensase hacerlo…»
Se hizo a un lado en la escalera, dejándome espacio, y suspiré aliviada en cuanto comencé a subir los peldaños. Cuando puse un pie en la segunda planta, el vaso de whisky desapareció de mi mano izquierda. Me giré con la paciencia bajo mínimos.
Jack tenía el entrecejo arrugado y la vista fija en el líquido de color ámbar. Le dio un trago y sus labios se movieron lentamente al saborearlo, provocadores, logrando que mirase atontada al hombre que se había propuesto fastidiarme la vida.
—No pensé que fueses de las que beben whisky.
—Claro, porque tú no «piensas».
Ajeno a mi enfado, Jack se rio.
Caminé a trompicones por el pasillo, que apenas estaba iluminado, esforzándome por ignorar el hecho de que una persona me seguía como si fuese una reclusa. Ni siquiera me molesté en recuperar mi copa. Ojalá se atragantase.
—Frío, frío… —canturreó Jack apoyado en la pared—. Si fuese tú, probaría a ir en la dirección contraria. Quizá así tengas más suerte.
Me di la vuelta y clavé mis ojos en él.
—Enhorabuena —aplaudí secamente—. Por fin aciertas algo. Sí, tienes razón, mi suerte brilla por su ausencia. Si la tuviese, ten por seguro que tú no estarías aquí.
Se llevó una mano al pecho simulando sentirse dolido.
Lo odiaba. Mucho y muy profundamente.
—Pasaré por alto tu injustificada ira porque, como te he dicho, hoy estoy de buen humor. —Hizo una pausa y su mirada se posó en mis doloridos pies para, después, ascender hasta llegar al pronunciado escote que aquel vestido dejaba a la vista. Ladeó la cabeza, como si estuviese valorando qué nota otorgarme y, finalmente, cuando ya me planteaba seriamente la idea de darle un puñetazo, sus ojos volvieron a encontrar los míos. Torció los labios mostrando una irritante sonrisa, le dio otro sorbo a mi copa y tragó con lentitud—. El servicio está en la segunda puerta a la derecha.
¿Conocéis alguna de las historias de Alice Kellen? ¿No os morís de ganas por sumergiros en esta adorable historia?
Avisamos desde aquí a todos los autores que quieran publicar sus cartas en Entre Metáforas, que nos envíen un e-mail a duna86ms@gmail.com