El cierre de la Autobiografía en construcción de una Deborah Levy
que logra su habitación propia.
Deborah Levy imagina una casa en una latitud cálida, cerca de un lago o de un mar. Allí hay una chimenea y un mayordomo que atiende sus deseos, hasta el de discutir. Pero Levy en realidad está en Londres, no tiene dinero para construir el hogar que imagina, su apartamento es minúsculo y lo más parecido a un jardín en su casa es un banano al que entrega los cuidados que sus hijas ya no necesitan. La menor ha abandonado el nido, y Levy, a sus cincuenta y nueve años, está lista para afrontar una nueva etapa en su vida. Así, nos lleva desde Nueva York a Bombay, pasando por París y Berlín, mientras teje una estimulante y audaz reflexión sobre el significado del hogar y de los espectros que lo acechan.
Entretejiendo el pasado y el presente, lo personal y lo político, y convocando a Marguerite Duras, Elena Ferrante, Georgia O#Keeffe o Céline Schiamma, la autora indaga en el significado de la feminidad y de la propiedad. A través de sus recuerdos hace inventario de sus posesiones reales e imaginarias y cuestiona nuestra forma de entender el valor de la vida intelectual y cotidiana de la mujer. Después de Cosas que no quiero saber y El coste de vivir, esta obra es la culminación de una autobiografía escrita en el fragor de una vida que no está solamente protagonizada por Levy, sino por todas las mujeres que la sostienen con una red invisible.
Cuando me sumergí en el mundo de la trilogía Everlost descubrí que no era la…
Sentimientos a flor de piel es lo que me encontré en Enciéndeme, la tercera parte…
Llegamos al final de la trilogía Cazadora de hadas con Valiente. Si me seguís desde…
Javier Castillo es uno de mis autores clave cuando se trata de thriller. Sus historias…
‘El club de los portaféretros’ de Paul Tremblay, vuelve a presentar una propuesta arriesgada que…
Everlost me introdujo en un mundo nuevo que me muy original, aunque tenía un toque…