Dos realidades completamente diferentes, pero perfectamente encajadas en una segunda temporada que nos dejará imágenes y momentos alucinantes.
Tengo que destacar el hecho de que me sigo alucinada con el modo en el que se van mezclando ciertos elementos cómicos, con otros fieles a la cruda realidad y algunos otros absurdos que nos dejan un cóctel explosivo de sensaciones que terminan dejando un muy buen sabor de boca, cuando a veces no sabes ni cómo eso es posible.
Fillory es tan especial como primitivo. Nuestros chicos deberán reinar ese mundo y cuidar de que todo vaya de forma correcta. Criados, agricultores, guardia… Todo es como un retroceso en un mundo vibrante de color y seres mitológicos que harán las delicias del espectador amante del género.
El sacrificio de algunos personajes sigue latente y no deja de añadir drama a la historia. Julia pasó un calvario al final de la primera entrega y está dispuesta a vengarse sin detenerse ante nada. Aun así, su vida se irá complicando conforme avancen los episodios. Me encantó su trama, incluso la prefiero a la de Fillory porque sigue manteniendo esa premisa inicial donde se demuestra que la magia no lo soluciona todos los problemas y que están a punto de presentarse a un peligro más que real que atenta contra sus vidas.
El ritmo vuelve a presentarse pausado una vez anclada la premisa de los objetivos a conseguir en esta nueva tanda de episodios. Eso no disgusta, pues al contar con dos mundos diferentes donde las reglas, los intereses y las tramas apenas tienen que ver entre sí, es preferible marcar un paso lento para ir engranando las vidas de los personajes con tino.
Los personajes van madurando poco a poco mientras superan lo que les está ocurriendo. Como dijimos en la crítica de la primera temporada, la crueldad y el realismo es algo que destaca en esta serie tratando cada uno de los temas sin pelos en la lengua: violaciones, muertes, depresión, aborto… Los personajes fácilmente pueden ser personas de nuestro día a día —incluso el modo en el que se aborda la magia no despunta con varitas o rayos de colores—. No se cortan en hablar de drogas, sexo o hacer diferentes críticas a ciertas obras literarias o cultura general. Eso es algo que llama la atención porque no está sobre actuado, es creíble y, además, suelen meter notas de un humor ácido que me encanta.
El “pero” más contundente es la falta de fuerza en el episodio que cierra esta segunda temporada, aunque no puedo negar que necesito seguir viéndola casi tanto como ellos mantener su magia.
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