Gracias a Nocturna por este ejemplar.
¿Hasta dónde llegarías para conseguir la última gota de agua?
Alyssa vive con su familia al sur de California, en un barrio residencial muy apacible... Hasta que, un día, del fregadero deja de salir agua. Tras padecer varios años de sequía, eso tampoco es extraño; allí todo el mundo está acostumbrado a las advertencias: no riegues el césped, no llenes la piscina, no te des duchas largas.
Pero esta vez ya no queda agua que ahorrar.
En muy poco tiempo, el supermercado del apacible barrio residencial se ha llenado de familias desesperadas y dispuestas a todo con tal de conseguir un bidón de agua. Y cuando sus padres salen en busca de provisiones y no regresan, Alyssa, su hermano y el peculiar vecino que los acompaña no tienen más remedio que empezar a tomar decisiones difíciles para sobrevivir. Cueste lo que cueste.
Sed es la nueva novela independiente de Neal Shusterman -Premio Nacional de Literatura Juvenil en Estados Unidos y autor de libros como Siega- y Jarrod Shusterman. Paramount está preparando su adaptación cinematográfica.
Una vez más, Neal Shusterman me muestra los motivos por los cuales se convirtió en mi autor favorito desde el momento que lo conocí con la saga Desconexión —os dejo el enlace la reseña de esta saga por aquí—. En esta ocasión, nos encontramos con un libro autoconclusivo que se titula SED y en el que Neal Shusterman comparte narración con Jarrod Shusterman en una novela que nos hará sufrir en cada una de sus páginas.
¿Qué sucede cuando no eres más que otra alma sedienta en un mar de zombis de agua? Te conviertes en uno.
Tratar temas importantes, hacernos abrir los ojos y meditar sobre cuestiones de lo más cotidianas es algo que prima en este autor. En este caso no iba a ser menos.
La historia nos cuenta como la sequía ha comenzado a hacer mella en California. Las estrictas normativas impuestas para intentar controlar la ausencia del agua no han surtido efecto, por lo que un día, sin previo aviso, será cortada. No hay agua, no hay respuestas y la locura comienza a apoderarse de los ciudadanos.
Alyssa se encontrará en casa a cargo de su hermano pequeño sin nada de agua, sus padres han ido en busca de provisiones, pero no regresan y tampoco puede localizarlos. No le queda opción. Acompañada de su vecino, un chico rarito que no parece ser consciente de la crisis porque en su casa no tienen carencias, saldrá a la calle para enfrentarse al nuevo mundo con un único objetivo: encontrar agua para poder sobrevivir.
Como en el resto de novelas del autor, el protagonismo se va dividiendo entre los personajes principales, los cuales irán capitaneando cada uno de los capítulos otorgándonos diferentes puntos de vista. Alyssa, Garret y Kelton son los que conoceremos desde un principio, aunque a ellos más adelante se sumarán Jaqui y Henry. No definiré cada una de estas personalidades porque os invito encarecidamente a que los conozcáis, sin embargo, os diré que son completamente diferentes. Cada uno de ellos cuenta con unos matices únicos y sus prioridades irán bailando conforme la sed se va acentuando en ellos.
Como todos los demás, ha tardado en percatarse de que la crisis, desde un punto de vista humanitario, es tan grave como cualquier desastre natural debido al gran número de personas afectadas y a la situación desesperada en que se encuentra cada una de ellas.
Sufrir es algo a lo que nos exponemos cuando nos adentramos en las historias de Neal Shusterman, aunque yo no cambio sus libros por nada. Me fascina el modo en el que nos plantea la historia, la crudeza con la que se va desarrollando y la pasión con la que llegamos al final sintiendo que el oxígeno se escapa de nuestros propios pulmones o, en este caso, la última gota de agua.
La pluma de los autores es directa, clara, adictiva y cruda. La realidad está presente en todo momento, puede ocurrir, una situación así puede ocurrir y esas personas que tanto detesté en la novela podrían ser mañana un vecino, un amigo, un familiar… Replantearnos estas cuestiones es la baza con la que juegan los autores y lo hacen a la perfección. Además, hay que sumar que los diálogos son frescos, incluso divertidos. La novela voló entre mis dedos en apenas un par de días, sentía que la necesitaba tanto como un vaso de agua —de los cuales me bebí unos cuantos mientras la leía—.
Nos encontramos una clara crítica a la sociedad donde el bien común no es algo que esté demasiado desarrollado, cada cual piensa en su propio beneficio y cuando la muerte está a la vuelta de la esquina, es difícil pararse a pensar si se está hablando con un niño o con un adulto. En este caso, vemos como la sed enloquece a una población, como las armas se hacen patentes, como los robos, las agresiones y el maltrato es algo normal cuando se trata de pura y simple supervivencia.
¿Qué es peor? ¿Ver que todo el mundo se cae por el barranco o sacudir su realidad tan fuerte que acabes por destrozarlo?
La verdad es que me da un poco de vergüenza ver el modo en el que reacciona la sociedad, quizás algunas personas deberían mirar un poco más allá de su ombligo y pensar en los demás, aunque eso es algo que dudo que cambie pronto. Sin más, doy gracias a los autores por esta increíble historia. Por hacernos pensar, reflexionar y valorar lo que realmente importa.
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Shusterman nació el 12 de noviembre de 1962 y se crió en Brooklyn, Nueva York. Desde muy joven, Shusterman fue un ávido lector. A la edad de 16 años, Shusterman y su familia se mudaron a la Ciudad de México. Terminó la escuela secundaria allí en la American School Foundation y se cita diciendo que "Tener una experiencia internacional cambió mi vida, dándome una nueva perspectiva del mundo y una sensación de confianza que de otra manera no tendría". Asistió a la Universidad de California, Irvine, donde se especializó en psicología y teatro, y también estuvo en el equipo de natación universitario.
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