Raquel Cruz nos cuenta cómo nació ‘El Chico del Violín’

Raquel Cruz llega esta semana a 'cartas de autor' y nos deja unas palabras contándonos cómo nació 'El Chico del Violín'.

La autora que llega esta semana es Raquel Cruz, quien protagoniza este artículo para hablarnos de su nueva novela: El chico del violón. Un New Adult basado en música clásica. Toda una novedad que romperá con los clichés y los prejuicios regalándonos una historia fresca y divertida.

En este artículo os dejaremos todos los detalles para que no la dejéis escapar, pues el amor que se esconde entre sus páginas os robará el corazón de mil y una formas.

Aquí os dejamos las maravillosas palabras que la autora ha regalado a Entre Metáforas.

El Chico del Violín es una novela New Adult que habla de la música clásica, pero sobre todo, del mundo de la música en general y de algunos prejuicios y purismos que residen en ella. Eso no significa que sea una novela aburrida o difícil de entender. ¡Al contrario! Está escrita con un aire desenfadado y alegre que busca arrancarles alguna que otra risilla a los lectores. Además, la historia de amor que surge entre los protagonistas es muy dulce y conmovedora, y la mayoría de la trama se desarrolla en la ciudad de New York para intentar originar un ambiente urbano y conocido.

En cuanto a los personajes principales, por un lado tenemos a Shirley Brown, una chica tímida, ingenua y bastante indecisa, que disfruta leyendo novelas románticas y colecciona peluches y muñequitos Funko. El problema de Shirley es que le cuesta expresar su opinión por temor a que la juzguen, lo que hace que esté dispuesta a renunciar a sus sueños por vivir al son que le marcan los demás.

John Clayton es todo lo contrario. Es un chico resuelto, decidido y con bastante personalidad. No le importa decir lo que piensa ni las opiniones de otras personas. Él vive el presente según sus propias reglas. Por eso al principio choca un poco con Shirley y le cuesta entender su actitud. Pero luego los dos se dan cuenta de que tienen muchas más cosas en común de lo que imaginan.

Como curiosidad diré que para crear el personaje masculino me inspiré en el famoso violinista David Garrett, por lo que contiene algunos datos biográficos suyos. Por ejemplo, al igual que él, mi protagonista John Clayton viene de un entorno elitista y conservador. Lleva tocando el violín desde los cuatro años, actuando en las mejores salas y sinfónicas del mundo. Pero un día, cansado de ese aire opresor, decide romper con todo, se rebela contra su familia y se muda a New York para estudiar en la mejor escuela de música del mundo, la Juilliard School. Como se puede entrever, El Chico del Violín no es solo una novela de amor dulce y divertida. También habla de los buenos y malos amigos, y de lo importante que es luchar por nuestros sueños, a pesar de los miedos y las dudas que podamos tener.

Creo sinceramente que el lector va a encontrar una historia con alma y llena de dulzura. Yo desde luego he puesto el corazón en cada palabra y nada me gustaría más que disfrutaran leyéndola.

Shirley está deprimida porque su novio de toda la vida la ha dejado y no acaba de asumirlo. Su amiga Karen, harta de aguantar sus lloriqueos, insiste en que salga con ella y por una noche se olvide del paquete de Kleenex. Shirley accede sin imaginar hasta qué punto esa decisión cambiará su rumbo.
John Clayton estudia en la Juilliard School, la escuela de música más prestigiosa del mundo. Trabaja como camarero en el McGee’s y toca el violín en un grupo de rock. Vive marcado por un trágico suceso, pero disfruta de una vida apacible en New York. Hasta que una noche sube al escenario y tropieza con unos bonitos ojos que parecen tocar su alma.
Por encima de todo Shirley y John comparten algo que los une: su amor por la música. Pero a veces las personas que supuestamente están más cerca de ti, son las que menos te comprenden, y ambos tendrán que vencer infinidad de obstáculos para lograr que sus sueños se hagan realidad.

Escena de la novela:

Shirley cerró los ojos con fuerza e inhaló su perfume masculino hasta que se quedó impregnado en cada poro de su piel. Verse rodeada por sus brazos fuertes hacía que se sintiera protegida, mimada, querida, pero era una dulce tortura que quebraba su escasa fuerza de voluntad. Notó ese calor entre sus piernas y se apartó bruscamente, alarmada por la reacción de su cuerpo.

—John, gracias por esta noche tan bonita. Has convertido un día horrible en algo maravilloso. ¿Cómo lo haces, eres mago o algo así? —bromeó con intención de suavizar la temperatura del ambiente.

John soltó una risita sarcástica.

—Si fuese mago no me comería los mocos —objetó molesto, al darse cuenta de que le había vuelto a dar esquinazo. Empezaba a estar harto de que la chica se le escurriera como un pez cada vez que intentaba derribar su muro. Lo que más le fastidiaba es que sabía que no le era indiferente, notaba como se le estremecía la piel cuando la tocaba, como temblaba cuando la abrazaba, pero Shirley se empeñaba en ignorar al Sol y los dos se estaban quemando. Se estaban achicharrando. ¡Joder! Aquella situación era demasiado frustrante.

—¿Comerte los mocos? Venga John, no te hagas el inocente —.Carcajeó ella—. Sabes que un tío como tú podría tener a la chica que le diese la gana.

John le lanzó una mirada de fastidio.

—No te creas… —le dejó caer.

Shirley se echó a reír, pensando que era una de sus bromas, y le dio un pequeño codazo amistoso.

—No, ahora hablando en serio. Quiero que sepas que te admiro, John. Eres guapo, inteligente, tienes talento, haces lo que quieres sin rendir cuentas a nadie, estudias en la mejor escuela de música del mundo. Seguro que tus padres están muy orgullosos de ti —comentó muy segura de lo que decía.

John la miró durante un segundo con una ceja arqueada, negó con incredulidad y soltó una sonora carcajada.

—Oh, Shirley, ¡si superas!… Me parece que das muchas cosas por sentadas —le espetó sin poderse contener. Habían sido muchos años luchando para llegar a donde había llegado y la chica lo veía demasiado fácil. Tan fácil que incluso le resultaba ofensivo. Pero claro, ¿qué sabía ella? Todavía no había salido de su confortable nido e ignoraba lo jodida que se ponía la vida cuando no estaba papá para echarte una mano. Y quiso decirle que a veces para ser independiente había que rebuscar comida en la basura, había que pasar noches tiritando de frío y había que tragarse el orgullo con tal de seguir adelante. Porque hasta un Schweitzer tenía que ganarse el triunfo.

Shirley frunció el ceño.

—¿A qué te refieres?

John apuró lo que le quedaba de refresco, arrugó la lata con una mano y la encestó en la papelera que había a tres metros de ellos.

—Mi padre es bastante conservador. Si por él fuera me habría quedado estudiando en Aquisgrán y seguiría con la vida que había diseñado para mí. Pero cuando ocurrió lo de Julianne toqué fondo y decidí romper con todo —expresó con la mirada trasfigurada por el dolor.

Ella apoyó una mano sobre su hombro a modo de consuelo.

—Debió ser muy duro para ti —le susurró con dulzura.

Él compuso una mueca parecida a lo que pretendía ser una sonrisa. Entonces Shirley se inclinó y le dio un pequeño beso en su mejilla cubierta de barba. John giró la cabeza hacia ella sorprendido por aquel gesto espontáneo e inocente y encontró unos ojos que lo contemplaban llenos de ternura. Era como si le dijera «ojalá pudiera hacer desaparecer tu dolor».

—Te lo advierto, Shirley Brown, como sigas mirándome de esa forma voy a tener que buscar un lugar apartado y… ¡Ay! ¿Por qué me pegas? —se quejó frotándose el brazo donde Shirley le había dado un golpe.

—Porque contigo no hay manera de hablar en serio —replicó entre risas.

—Ya, ¿y quién diablos te dice que no lo hago? Está claro que algo falla en mi forma de comunicarme porque todo lo que digo te lo tomas a broma —rezongó por lo bajo.

—Oh, John Clayton, ¡eres imposible! —exclamó risueña.

¿No os morís de ganas por sumergiros en esta mágica historia?

 

 

Avisamos desde aquí a todos los autores que quieran publicar sus cartas en Entre Metáforas, que nos envíen un e-mail a duna86ms@gmail.com

Duna
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