Fractura es el nuevo thriller psicológico de Netflix que nos llevará a un hospital donde nada es lo que parece y pondrá a trabajar nuestras mentes intentando adivinar qué es lo que ha ocurrido. Las teorías están servidas.
La trama comienza cuando Ray Monroe (Sam Worthington) se encuentra de regreso a casa junto a su esposa Joanne (Lily Rabe) y su pequeña hija Peri (Lucy Capri). Durante ese viaje podemos ver que el matrimonio no pasa por su mejor momento, aunque todo se complica cuando deciden parar en una estación de servicio y la pequeña sufre un accidente que hace que la lleven de urgencia a un hospital.
Aparentemente, Peri está bien, pero para asegurarse los médicos solicitan unas pruebas que tardarán algún tiempo. Esto lleva a Ray a acomodarse en la sala de espera rindiéndose al cansancio acumulado. Cuando despierta, está completamente desconcertado, acude al mostrador para preguntar por su familia y entonces le dicen que no existe ningún registro de su hija. A ese hospital llegó el solo, nadie tiene constancia ni de Peri ni de Joanne.
Las dos versiones de la historia que nos presenta este atrayente thriller consiguen hacernos dudar en todo momento. Hemos visto la historia del protagonista, lo vemos llegar con su mujer y su hija al hospital, vemos cuando la atienden… Todo parece estar claro y señalaría claramente como válida su versión sino fuese por las constantes y nada sutiles lagunas que presenta el personaje de Sam Worthington a lo largo del film. Estas lagunas nos dejan de manifiesto que ocurre algo más, algo que sumado a su trágico pasado aumenta considerablemente nuestras dudas.
La carrera del director, Brad Anderson, nos demuestra su capacidad para jugar con la presión psicológica de los personajes. Sin embargo, llega un punto en el que la trama se estira gracias a las constantes repeticiones de patrón que pueden hacer desconectar al espectador en más de una ocasión. Considero que restar minutos hubiese sido un acierto para generar esa tensión y esa agonía que no podría haber encontrado mejor escenario que un hospital.
El final va dando rodeos de un extremo a otro. Señalando como válidas ambas versiones hasta dar con la real, con lo que ha ocurrido. Quizás no es del todo sorprendente, pues al ponerlas de manifiesto desde el principio sabemos que puede ser o A o B, pero no entra en juego una tercera posibilidad. No obstante, la necesidad de llegar a la explicación final, junto con interpretación de su protagonista, convierte la película en un rato entretenido con el que evadirte del mundo exterior.
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