Tenía muchas ganas de que llegara este día y así poder presentaros la carta de esta semana. Esta vez las palabras nacen de una autora que derrocha sensibilidad, emoción y, además en esta historia, el mensaje principal que viene a presentarnos nos recargará a todos las pilas. Os hablo, como ya sabréis de Estefanía Yepes y su última novela 'El espejo de #CookieCruz’. En ella nos cuenta cómo ha nacido esta historia y el mensaje que con ella quiere transmitir.
Además, 'El espejo de #CookieCruz' cuenta con unos personajes tan carismáticos que se quedarán en tu corazón por una larga temporada.
La novela está publicada gracias a la editorial Vanir y lleva a la venta varios meses cosechando increíbles reseñas y emociones.
Aquí os dejamos las maravillosas palabras que la autora ha regalado a Entre Metáforas:
“El espejo de #CookieCruz”, tal y como ya se intuye de su peculiar título, es una historia donde el humor ante las circunstancias de la vida (y del amor) es el mayor hilo conductor. No es una novela que esconda un gran mensaje tras ella, es una historia que simplemente te dice: Vive. Porque cada minuto que pasa, cada ocasión que la vida te ofrece, cada uno de los pasos que das, no podrás volver a repetirlos y en tus manos está dejarte llevar. Y en eso, Tristán es todo un ejemplo a seguir.
Por medio de una especie de “juego” que crean entre estos dos caraduras, porque no tienen otro nombre, Valentina logra fluir, dejarse llevar y aprende a disfrutar de la vida desde otra perspectiva que no conocía, sin ser consciente de que, en ese mismo camino, estará ayudando a otras personas a que lo hagan también.
Creo que todos tenemos en la vida una persona que nada más pensar en ella nos hace sonreír. Un recuerdo, un hecho, un momento o una palabra que en sus labios, nos produce aquel efecto placentero que solo ciertas personas en la vida son capaces de regalarnos. Y para mí, esas personas tienen nombre y vida propia, pues cada vez que pienso en Valentina, en Tristán y en su estúpida forma de enamorar al otro, una sonrisa se instala en mi rostro de forma inevitable.
En esta vida hemos venido a disfrutar, pues son dos días y hay que saber aprovecharlos. ¿Qué mejor manera de hacerlo que aprender a reírse de uno mismo?
Por último, y regresando así a la parte más profunda de este trabajo, pienso realmente que siempre que se escribe una historia, tenemos la obligación —moral, eso sí— de hacerlo desde el corazón. Creo que un escritor no debería empezar a teclear nunca hasta haber llegado a interiorizar por completo esas vidas en la suya propia y lograr llegar así sentirse como lo harían sus propios personajes. Ese es el punto clave, el más importante y el único que prevalece por encima de todo lo demás. La capacidad de poder sentir una emoción en tu propia piel para luego transmitirla es algo que no todo el mundo tiene la suerte de poseer y nuestro deber es lograr transmitir esas mismas emociones y así, conseguir emocionar con cada página, con cada creación, con cada palabra.
Si un lector es capaz de sonreír al leer una palabra e incluso, es capaz de derramar una lágrima, ¿podéis imaginar cuántas veces lo habrá hecho antes el autor de esas páginas?
Gracias por concederme este espacio para hablar de mis historias, ¡ha sido un verdadero placer!
O«Un sillón. Un maldito sillón de IKEA había sido mi perdición. Por culpa de aquella butaca me hallaba yo en aquella situación. ¿A quién se le ocurría robarle un sillón a un vecino? Me sorprendí a mí misma recordando de golpe el día en que me mudé. No hacía mucho de aquello, pues habían pasado tan solo unas pocas semanas ―treinta días para ser exactos―, pero cuántas cosas habían sucedido desde entonces. Si le contara a alguien que debido al hecho de que me habían robado el sillón, había terminado con una cita en un restaurante nudista con un chico al que a duras penas conocía, me había sometido a un ridículo casting para un programa infantil tan absurdo como sus disfraces e, incluso, había cuidado de un perro más grande que yo durante un día y me había comprometido a la ardua tarea de recoger sus enormes… cosas…
¿Pensáis que me creería?».
Me llamo Valentina, tengo treinta y dos años y esta es parte de mi historia.
Le pregunté a Estefanía qué canción reflejaba su escena favorita y ella me contestó:
Una de mis escenas favoritas es la que da lugar esta canción In Case de Demi Lovato. En ella, Tristán "enseña" a bailar a Valentina. Le enseña a sentir a través de las notas, a través de cada parte de la melodía, transportándola a un paraíso en el que solo existen ellos dos y demostrándole la gran cantidad de emociones que se pueden llegar a experimentar gracias a la música.
¿Conocéis alguna de las historias de Estefanía Yepes? ¿No os morís de ganas por adentraros en las páginas de 'El espejo de #CookieCruz’?