Cuando no queden más estrellas que contar, de María Martínez

Tenía muchas ganas de volver a adentrarme en una historia de María Martínez. Cuando me enteré de que sacaba nuevo libro no dudé ni un segundo y me hice con él en cuanto salió publicado. Además amo el mundo del ballet, y no pude resistirme.

Cuando no queden más estrellas que contar  es el nuevo libro de la escritora, conocida por otros libros como Tú y otros desastres naturales, o La fragilidad de un corazón bajo la lluvia; sus últimas publicaciones antes de este libro.

Si buscas delicadeza, relaciones de amor, dolor, superación, personajes de todo tipo y sobre todo frases que te llegan al alma y con gran capacidad de reflexión, sin duda María Martínez no defrauda.

En esta historia la autora nos presenta a Maya, bailarina profesional de Ballet, con una gran carrera profesional por delante, la cual se ve truncada por un accidente de tráfico. Si ya no puede volver a bailar, ¿entonces qué va a hacer ahora con su vida? Su abuela, que la ha criado desde que a los 4 años su madre la abandonó, la culpa por lo sucedido, y en lugar de apoyarla la deja sola.

Luchar contra uno mismo es agotador.

Contra el hecho innegable de que ya nada volverá a ser como antes. Porque las cosas que han ocurrido no se pueden cambiar, por mucho que sueñes, una y otra vez, que vuelves a ese momento. Al punto exacto en que todo se desmoronó.

Con una abuela controladora en exceso y una familia desestructurada, María es capaz de ponernos en la piel de la protagonista en apenas unas páginas. Siendo capaz de transmitirnos la profunda tristeza, soledad y culpa que la embarga.

Tenemos otros muchos personajes en el libro, bastante entrañables, aunque otros no tanto. Sin duda Matías, el mejor amigo de Maya, es de lo mejorcito del libro. Encantador, divertido y sobre todo fiel a sus principios y a su mejor amiga. Dicen que la distancia no importa si la amistad es verdadera. Este es uno de los mejores ejemplos que podemos encontrarnos.

El protagonista masculino, Lucas, se presenta más adelante. Un personaje con sus claros y oscuros, y con un pasado que será determinante en esta historia. Alguien que hará que la historia de Maya de un giro importante a su vida. Alguien que la hará replantearse su forma de vida.

En ese momento no lo sabes. Nunca lo sabes. Nadie reconoce el instante que va a cambiar su vida para siempre. Solo es uno más, que llega, pasa y todo sigue como si nada. Sin embargo, ha ocurrido. Algo ha cambiado y ya no hay vuelta atrás.

Del mismo modo que nadie reconoce a esa persona que está destinada a cambiarte para siempre. Solo es una más, que aparece un día, sin esperarla, y que te mira. En ese momento no lo sabes, pero ha ocurrido algo. Unas pupilas que se dilatan. Un soplo en la piel que hace que te erices. Una mirada que se alarga. Detalles imperceptibles que atribuyes a otras cosas, pero que son el comienzo de algo importante. Algo que puede salvarte o hundirte. Porque hay olas que te devuelven a tierra y otras que te arrastran al fondo del mar.

Tengo que admitir que ha vuelto a conquistarme. Una vez comienzas la novela, las páginas volarán sin que te des cuenta, y no podrás soltarla hasta haberla finalizado.

El único pero que le podría poner es que la historia sucede casualidad tras casualidad, y que llegado un punto de la historia me hubiese gustado decirle a cierto personaje: Ehhhhh Tú!!! Consejos vendo y para mí no tengo!!! Espabila!!!

Un viaje de Madrid a Sorrento por culpa de una verdad escondida en una caja de música que te enamorará. Que te hará cuestionar muchas decisiones. Una historia de descubrimientos, tanto a nivel personal como de otros tipos. Una historia de familia (la familia que se elige y aquella en la que has nacido), de segundas oportunidades, de crecimiento personal. Una gran historia que se quedará ya para siempre conmigo.

Y no podía despedirme sin esta gran reflexión de Maya:

Rota. No me gusta esa palabra para referirse a una persona. Pensar que está rota es demasiado tajante, porque no todo lo roto puede arreglarse. Prefiero decir que está incompleta, que ha perdido una parte. Una parte que, si no se encuentra, puede reemplazarse por otra que se ajuste incluso mejor.

Me gusta pensar que somos como un puzle dentro de una caja. Un montón de piezas a la espera de que llegue alguien que nos ayude a encajar. Alguien que nos mueva, nos pruebe y nos gire, hasta conectar cada parte y formar de nuevo una imagen completa. Alguien capaz de moldear nuevas piezas para reemplazar las que se hayan perdido.