Carlos es un guionista de 40 años que se encuentra frustrado profesionalmente y quien ha olvidado soñar. Un día entra en una librería-café y pide su primer coñac, el principio del cambio, ya que conoce a Irene, una joven de 30 años en paro. Ella le propone un juego: descubrir todo lo que tienen en común y convertir sus vidas en una aventura, pero sin enamorarse.
Una comedia romántica que rompe con todos los esquemas gracias a su cuidado e inteligente lenguaje y una pareja protagonista que se crecen juntos.
Nada más empezar nos encontramos a Carlos (Eduardo Noriega). Un cuarentón que decide pedir algo diferente para beber en una librería-café. Necesita dar un giro a su vida, uno radical y está dispuesto a intentarlo. Entonces, de pronto se le aparece una chica guapísima que le pregunta si quiere jugar con ella. El juego es algo peculiar, pues no pueden presentarse y simplemente deberán dejarse llevar en una aventura donde los móviles e internet están prohibidos, aunque la principal regla es no enamorarse.
Por otro lado, contamos con muy pocas escenas de Amaia Salamanca, aunque refleja a la perfección la fuerza de su personaje y, os aseguro que no sabremos si admiraremos su descaro o lo odiaremos. Lo que no dudé ni un segundo es del odio infinito que sentí por el personaje de Gabino Diego, crea rechazo y esa era justamente la intención del director, por lo tanto: buen trabajo. No obstante, no terminé de creerme que una persona así pueda volver loca a toda mujer con la que se cruza… Debemos hacer una mención especial a Fele Martínez, quién se mete en la piel de un friki empedernido al que me costó cogerle el punto, aunque juega un papel diferente que aporta chispa.
Cada palabra está trabajada con mimo y es más que original. Sus frases son inteligentes y forman un papel indispensable en este juego que generan nuestros protagonistas.
En definitiva, contamos con una historia diferente donde, si pasamos los primeros minutos y abrimos la mente, nos veremos paseando por Zaragoza completamente enganchados a esa nueva “amistad” que es de todo menos casual. Un brindis a la salud de nuestros amantes.
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